POSTCARDS FROM MISSISSIPPI (II)

agosto 02, 2013



Pues como os iba contando...Nuestro viaje continuaba paralelo al río Mississipi y llegamos a la población de Clarksdale un Domingo por la mañana.

Clarksdale es un pequeño pueblo tranquilo situado en uno de los márgenes de la extensa cuenca del río Mississippi. A simple vista, no parece ser mucho más que eso. Sin embargo, en su profundidad esconde una larga historia de injusticias sociales marcada por años de trabajo esclavo en los campos de algodón y discriminación racial y se distingue por ser el lugar de origen de muchas de las grandes figuras del blues.





Clarksdale está ubicado entre la intersección de las autopistas 61 y 49, la famosa Crossroads en la que según cuenta la leyenda, Robert Johnson vendió su alma al diablo a cambio de que éste le otorgara un gran talento musical. 
Tanto Clarksdale como la región del Delta que lo rodea son considerados la cuna del blues, pero el primero se destaca por albergar un museo dedicado a ese género musical.
Nuestro Plan B era llegar a Clarksdale el Sábado por la noche, pero aún así, las millas acumuladas eran demasiadas y paramos en el ya mencionado Oxford.

Visitar Clarksdale un Domingo por la mañana, tal vez, no sea la mejor de las opciones, el panorama que nos encontramos fué desolador, bares, clubes, museos e iglesias cerradas a cal y canto, ni un alma por el trazado rectangular de sus calles  que tanto me recoradaron a San Antonio de Areco, tan sólo denotábamos presencia humana de la noche anterior por la basura acumulada en la entrada de los locales, cascos de cerveza vacíos por las calles y un intenso olor a vinagrillo de alcohol que seguramente muchos de nosotros conozcamos...


El pueblo entero parecía abandonado o más bien durmiendo la mona de una intensa noche de jarana.

Aún así, el pueblo desprendía autenticidad por todos sus poros, eso y olor a orina y destilados varios por todos sus rincones, nos sentíamos como protagonistas de una película post-apocalíptica, donde toda la humanidad había perecido la noche anterior en una bacanal de alcohol, drogas y blues.

Para rematar la faena, las temperaturas de 40 grados, junto a la humedad propia de esta zona, hacía del paseo, una experiencia única que nos reforzaba en nuestra soledad, mi cámara de fotos, también protestó por las altas temperaturas y dejó de funcionar durante un buen rato.







Seguiamos deambulando por el pueblo envueltos en esa flama, cuando divisamos un lugareño al que preguntamos por un bar que estuviera abierto, el único que estaba abierto un Domingo a esas horas era el Ground Zero.




El local recomendado, resultó ser el club más auténtico que visité en mi ruta estadounidense, sus paredes y techos, aparte de estar llenas de garabatos, firmas y dibujos, rezumaban dolor, sentimiento, música y altas dosis de efluvios etílicos.

Allí fué donde calmamos nuestros sedientos gaznates con cerveza, y donde tuvimos la oportunidad de conocer a Steve Kolbusun músico del pueblo que tocaba la harmónica en el club y A Sonny, un motero de ascendencia irlandesa, de los de antes, residente en Baton Rouge, con ellos, tuvimos un largo encuentro, debatiendo sobre lo divino y lo humano, hablando de blues, flamenco, hamburguesas, de lo mucho que se parece el Campo de Montiel a Texas y demás tópicos que se hablan cuando uno americanos y españoles se conocen por primera vez...






Nos despedimos con unos abrazos, con la certeza de que tanto ellos, como nosotros, habíamos tenido un encuentro único, y de que no nos volveríamos a ver en la vida, tal vez....

Nuestro viaje continuaba, estábamos cerca de la frontera de Lousiana, pero antes tenía que encontrarme con uno de los anocheceres más bonitos que ví en EE.UU.

Sería en NATCHEZ...

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