El ridículo no hace huelga

noviembre 16, 2012



¡Menos mal que las huelgas no valen para nada! Todavía está por ver si el Gobierno sale de su torpeza y cede ante las demandas de los millones y millones de personas que el 14N salieron a la calle para decir basta. Sin embargo, algo podemos adelantar ya. La Huelga General ha servido para que muchos de los responsables de esta situación se pongan ellos mismos en ridículo.

El primero, como no, el Gobierno de España, que decidió tratar la convocatoria de Huelga General como si fuese un golpe de Estado. Sólo así se explica que, de nuevo, la encargada de ir ofreciendo datos oficiales fuera una directora general del Ministerio del Interior, como si se tratase de un conflicto de orden público. Lo lógico hubiera sido que la encargada de esta tarea fuese la ministra de Empleo, pero dada la tendencia de Fátima Báñez al ridículo quizá hubiera sido peor el remedio que la enfermedad.

También ridícula fue la intervención del jefe de la patronal, Joan Rosell, que ni siquiera se molestó en cambiar su discurso desde la anterior huelga. “Esperemos que este día acabe cuanto antes”, “no podemos gritar y crispar todos los días”… Y, por supuesto, su ridícula fijación con el dato de consumo eléctrico para desprestigiar el éxito de la Huelga General.

Usar ese dato, el de consumo eléctrico, ya es patético cuando se compara una huelga en primavera con una en horario de invierno y con las calefacciones a todo gas. Aparte, ¿acaso apaga una tienda sus frigoríficos o sus luces si la mitad de los empleados no acuden a su puesto? ¿Cuánta electricidad gasta un camionero, un campesino o un barrendero?

Otra prueba: el 14N, mi ordenador de la redacción no se encendió. Pero, aunque no tuve que comprar ingredientes (huelga de consumo), sí cometí el error de hacer una lasaña. Al final, mi horno consumió 10 veces más energía que mi ordenador. Y así tantos ejemplos más de trabajadores que gastaron en su casa más de lo que suelen consumir en su empresa.



Aunque a la hora de datos ridículos, el premio sin duda es para Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, que calculó que en la manifestación de la capital había sólo 35.000 personas. Los que caben en tres Madrid Arena con el aforo legal, o en menos de dos si el pabellón está en Modo Botella. Es decir, que en la marcha que desbordó la principal arteria de la mayor ciudad de España había menos gente que en Logroño, Valladolid, Santander o Ferrol. Todas ellas ciudades más izquierdistas que Marinaleda, como es sabido.

Si no fuera por lo dramático de la agresión a un niño de 13 años en Tarragona a manos de los Mossos d’Esquadra, la excusa de los agentes sería de chiste. Resulta que el golpe que le abrió la cabeza –le han dado cinco puntos- fue porque la porra “rebotó” en la mochila viscoelástica de un manifestante que sí se merecía recibir. Para el resto de porrazos que le dieron en el suelo todavía están viendo vídeos de Pepe Viyuela, a ver si se les ocurre alguna excusa.

Vergonzosa también la prensa conservadora, que se aferra a cualquier manipulación para que nadie les quite la ilusión de poner la palabra fracaso en sus portadas. Con 600.000 parados más desde que gobierna Rajoy, con mayores facilidades para amenazar con el despido gracias a la reforma laboral y con un millón más de trabajadores en los servicios mínimos pactados es lógico que hubiera menos empleados haciendo huelga respecto al 29 de marzo. Pero lo más grave es que ignoren los millones de personas que salieron históricamente a la calle, donde ningún patrón puede amedrentar su futuro ni les quitan el salario de un día que nunca había valido tanto como en estos días.


Los medios públicos no han faltado a su cita con el patetismo. En Telemadrid se empeñaron en colgar un informativo mediocre en la web, ya que la emisión televisiva era imposible por la huelga. La presentadora lo planteó como una heroicidad con estas palabras: “Porque somos un servicio público, hemos querido sacar a la luz nuestro trabajo”. Muy bonito si no fuera la misma periodista que ha ascendido a base de mentir y colar fotos de Grecia como protestas violentas del 15M.

Y mención aparte merece Hermann Tertsch, que nos ha descubierto que en las televisiones públicas también hay espacio para los tarots y adivinos. El chispeante tertuliano grabó con un día de antelación su valoración sobre la huelga, no fuera a ser que no pudiera el día del paro y se quedara sin esos 500 euros de rigor por editorial, que según CGT cobra de Telemadrid. A los madrileños nos saldría más barato llamar a Rappel o a Sandro Rey para que nos diera su opinión futurista de madrugada.

Marcos Paradinas (ElPlural.com)

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