¿Cuantas veces había oído hablar yo de la música islandesa antes de conocer a esta banda?

Creo que mis primeros recuerdos vienen de ver algún que otro videoclip de The Sugarcubes, donde una pequeñita chica de ojos rasgados (medio lapona, medio mongola) ya empezaba a despuntar.

A pesar de reconocer su innegable talento, nunca me ha gustado Björk, demasiado diva y folklórica para mi body.

Sin duda, para mí los verdaderos embajadores de la música islandesa, son los Sigur Rós, el verdadero artícife de esta singular banda es Jónsi, un geniecillo, creador y artesano de hipnóticas melodías, compositor y solista, su característica voz en falsete es ampliamente reconocible.

Para mí, Takk (2005), su cuarto álbum de estudio, es la obra definitiva de la banda islandesa, y eso es mucho decir si echamos la vista a otros álbumes como: Ágaetis Byrjun (1999) y Með suð í eyrum við spilum endalaust (2008).

Uno se pone a pensar, y la verdad es que tiene mucho mérito crear tan singulares, bellas y extensas piezas musicales con una lengua inventada. La música de Sigur Rós es inclasificable e hipnótica.

 Por ponerles una etiqueta, tal vez deberíamos enclavarlos en el post-rock, pero me niego a clasificarlos en sólo eso.

 

Si tengo que quedarme con una canción de este disco me quedo con la brillantísima pieza "Saeglópur", 7:39 minutos de una épica inigualable. Es esa clase de canciones que lo mismo te valen para escuchar mientras conduces por solitarias carreteras montañosas, que para arengar tropas de asalto para invadir algún país.