Habrá quien ande preocupado estos días por las "Championli" de Rodríguez Zapatero, o por la de verdad.

Yo, como persona especial que soy me muevo por otras inquietudes, mucho más inteligentes y actuales, donde va a parar. A mi me intranquiliza el nuevo opio del pueblo.

Mis preocupaciones van muchísimo más allá de que me combinen las sandalias nuevas con la camiseta roída de Kim Deal en el Primavera Sound, o si decantarme por unas zapatillas del Ganso, o unas Adidas a juego con el nombre de algún escenario.

Este desasosiego es muchísimo peor y es más; me lleva incluso a perder el sueño, a despertarme en plena en noche al grito de "Jack, ve hacía la luz", mientras Robert Smith me susurra "Smokey is having you for dinner tonight"y me persigue el maldito humo negro del volcán de nombre impronunciable, por el pasillo de mi casa.

A mí lo que no me deja dormir, como habrán adivinado a estas alturas es el final de Lost.


Ya no es que me intrigue el desenlace de la serie en sí, (que me preocupa)y que me será desvelado en un par de días en un evento al que me han apuntado y donde me reuniré con cientos de Losties en plena metamorfosis de "perdidos" a "encontrados". A mí lo que me genera esta ansiedad, es lo que pasará después en caso de que a J.J. Abrams y Cia se les haya ido la pinza, y nos quedemos todos con "poker faces" que diría la Gagá, y que una multitud enfurecida la líe parda en el cine y carguen contra los antidisturbios armados con los churros que nos darán los de San Ginés, y que los losties cabreados acaben dominando el mundo en pos de un final alternativo y como tal un mundo mejor, y entonces se cree una nuevo orden social y que nuestra realidad, que ahora conocemos, desparezca y muramos todos, y se extinga la raza humana, por culpa de unos desalmados guionistas.



Como ven, señores mios, esto es importante y lo demás no.




Esther Kitkate.