Ligeramente desenfocado

noviembre 15, 2010

Siempre he pensado que el mejor regalo que se le puede hacer a una persona para su cumpleaños o "no cumpleaños" es un libro, así de sencillo y a la vez así de complicado, más que nada por como acertar a la hora de elegir el género literario, el que me regalaron en mi pasado cumpleaños no podía ser más adecuado (Gracias)

Ligeramente desenfocado (Editorial La Fábrica) es una autobiografía del célebre fotógrafo húngaro Robert Capa, bueno, llamarlo autobiografía sería demasido simplista, mejor lo definiría como un cúmulo de pensamientos enmarañados y plasmados en un libro durante un periodo de su vida, concretamente durante sus vivencias en la 2ª Guerra Mundial.


El libro va más allá de la anécdota de las fotos del Desembarco de Normandía: Capa se jugó la vida, realizó cientos de fotos, y apenas sobrevivieron unas cuantas tras un revelado desastroso en Londres.



En sus memorias sobre esta etapa de su vida, Capa nos lleva de la mano por las oficinas y campamentos militares, por los bares de los hoteles, por las noches de whisky y los días de resaca acompañando a las tropas americanas en el norte de África, Italia, Francia, Bégica y Alemania...Pero lo más asombroso del libro es su forma de contar las cosas, como si las palabras fueran como sus fotos: frases directas, sin florituras.
Su gramática está impregnada del mismo realismo que impregnaba a sus fotos, deja reflexiones tan directas como ésta:

"Los bombarderos hicieron tráfico alrededor de la torre de control, esperando que se les concediera permiso para aterrizar. Uno de ellos había perdido el tren de aterrizaje, y algunos de sus tripulantes estaban heridos. La torre le dio prioridad, ordenándole que intentara el aterrizaje forzoso. Preparé mi Contax y terminé casi un rollo completo antes de que el avión se detuviera por fin, intacto.
Corrí al avión y ajusté mi segunda Contax. Se abrió la escotilla y los médicos desembarcaron lo que quedaba de un tipo. Aún se quejaba. El siguiente ya no. El último en viajar del avión fue un piloto. Parecía estar bien, salvo por un ligero rasguño en la frente. Me moví para conseguir su primer plano y él se detuvo a medio camino y gritó.
- ¿Son éstas las fotos que estás buscando, fotógrafo?-. Guardé la cámara y regresé a Londres sin despedirme.
En el tren de vuelta, con aquellos rollos de película bien aprovechados en mi bolsa, sentí odio hacia mí mismo y hacia mi profesión. Ese tipo de fotografía era apta sólo para sepultureros, y yo no quería ser uno. Si tenía que participar en un funeral, juré que lo haría desde el cortejo."


Además el libro incluye en sus páginas un buen puñado de esas fotografías realizadas durante la guerra, indispensables para meternos en la piel del fotógrafo y compartir esos momentos históricos como si nosotros apuntáramos con nuestro objetivo y disparásemos.

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