LAS RUTA ESCANDINAVA: ISLAS LOFOTEN (I)

octubre 22, 2015

Entramos en la segunda etapa diferenciada de la ruta escandinava, posiblemente la que más ansiaba descubrir y recorrer: las poco conocidas islas Lofoten (literalmente: el pie del lince),  paraíso natural de auténticos pueblos marineros donde el bacalao es su rey. Por eso, es el mejor del mundo.

 Llamadas también "El Muro de las Lofoten", un archipiélago de una belleza imposiblealejadas de las rutas turísticas habituales y eclipsadas injustamente por los fiordos del sur noruego. ¿Sabeis que os digo? Mejor.



Nuestro viaje continúa de nuevo desde Arlanda hasta el pequeño aeropuerto de Kiruna, localidad más importante de Laponia sueca. Una hora y media de vuelo y 10 grados de diferencia, separan la capital sueca del centro neurálgico lapón. Nada más bajar del avión ya notamos el cambio de temperatura en relación a Estocolmo, a pesar de no ser demasiado fríos los 5º, estamos en el mes de Septiembre y hemos cruzado la línea del Círculo Polar Ártico, son las temperaturas normales de esa época, en invierno, ya es otro cantar. De hecho, mientras escribo este post, por allá en Kiruna, ya gozan de sus temperaturas bajo cero.

De todas maneras, no nos extenderemos más escribiendo sobre esta zona, al menos de momento, eso corresponde cuando hagamos la crónica del viaje de vuelta, ahora toca recoger el coche que nos acompañará en nuestra ruta durante una semana. Nuestra primera parada nocturna nos sitúa a las puertas de entrada de las Lofoten, en el pequeño pueblo noruego de Bogen  a 300 Km de Kiruna.

Bogen y su fiordo: Puerta de entrada a las Lofoten





Atravesamos el inmenso Parque Nacional de Abisko, cruzamos la frontera noruega sin mayor complicaciones, durante esta etapa "lofotiana" será la tónica habitual la ausencia de grandes poblaciones, incluso de personas, estamos hablando de que Noruega es uno de los países con menor densidad de población del mundo, es más, el noruego medio se siente orgulloso de esta coyuntura, les gusta vivir aislados en continuo contacto con la naturaleza. De ahí, (esa es mi impresión) su carácter reservado, especialmente en la zona de las Lofoten. Estamos hablando de una población de 24.000 habitantes en una extensión de 1227 km cuadrados. Si a esto, le unimos el tópico del carácter rudo marinero noruego, la ecuación nos sale: Una sensación de aislamiento bastante notable.




Llegados a este punto, se me ha olvidado mencionaros el particular clima de las islas Lofoten, tildada como "El Caribe del Ártico", el archipiélago, se encuentra al norte del Círculo Polar Ártico, sus temperaturas deberían ser de lo más extremo.

Lofoten sin embargo, (podría decirse que en promedio) no se congela. Su situación, convierte al clima en la más grande anomalía en cuanto a temperaturas del planeta. En resumen, las islas Lofoten gozan de un particular microclima, objeto de estudio por meteorólogos de todo el mundo.




















Durante la semana que durará el viaje, nuestra compañera inseparable será también la llamada Ruta Nacional E10, que une toda las ínsulas. Entramos en la primera isla del archipiélago: Austvågøy, el paisaje cambia paulatinamente mientras avanzamos, sus escarpadas cumbres recortan el cielo como si de un erizado dragón se tratase, y uno se pregunta como pudieron sobrevivir en tiempos pasados sus habitantes en un entorno tan hostil por su complicada orografía. 

Me pregunto si muchos directores de cine conocen las Lofoten, lo digo sinceramente, porque parece un lugar ideal para localizaciones de películas y series. Si echáis un vistazo a las fotos, os podéis imaginar que tipo de producciones. Mi búsqueda en google sobre películas que hayan rodado en estas islas resulta infructuosa. Asombroso. Este lugar es casi virginal.























Nuestra primera parada en las Lofoten será en el pueblo pesquero (todos lo serán) de Henningsvaer, llamada de manera rimbombante como "La Venecia del Norte", el aire se impregna de ese fuerte olor a bacalao, la época en la que pasan semanas colgados en sus secaderos ya ha pasado, no me quiero imaginar como debe oler a principios de verano. El olfato se acaba acostumbrando al fuerte olor, y al cabo de unas horas ya uno, ni lo nota.


























Nuestra sorpresa, será comprobar que no hay nadie en el pueblo, está vacío, las tiendas de artesanía, de souvenirs, museos y restaurantes están cerrados, ni un sólo turista, ni un lugareño...nada, solo el silencio roto por el graznido de las gaviotas, esto parece el pueblo de ¿Quién puede matar a un niño?¿Será porque es Lunes? No, da igual, durante el viaje en las Lofoten, salvo en contadas excepciones (Museos, cafeterías y supermercados) será casi lo habitual no encontrarse con seres humanos, esto es la antítesis de las islas griegas. Vale, esto también es lo que venía buscando.
























Nuestra siguiente parada y fonda es en Kavelbag, previo paso por Svolvaer, la población más importante de las Lofoten con ¡Ojo! 4.400 habitantes. Una ciudad donde aparte de la pesca del bacalao, vive de sus numerosos astilleros.




Kavelvag, más íntimo y acogedor, alberga el Lofotmuseet, un museo al aire libre y emplazamiento donde puede ser considerada como la primera ciudad de la región polar, donde se han encontrado vestigios de los primeros rorbu (típicas cabañas rojas originales de pescadores de Noruega)




























Otra cita interesante, es la visita a la Vagan Kirke en lo alto de una colina, construída en 1898, es la segunda iglesia de madera más grande de Noruega, con su aforo de 1200 personas, ya supera a la población actual de Kabelvag.

Su evocadora estampa, recuerda a las pinturas de Hopper o a la casa del célebre psicópata Norman Bates.

























Siguiendo 2 Km. por un sendero nos adentramos en el distrito de Storvagen, el pequeño barrio antiguo de la población, junto al puerto viejo, donde sus casas de madera, de estilo más recargado y más majestuosas,  pertenecían a familias más pudientes.


























La tarde cae sobre Kabelvag, y las sombras se apoderan del pueblo, la luz se endurece, es hora de darse un paseo por el rompeolas hacia el faro para ser testigos de un espectacular anochecer que las Lofoten nos regalaba.















































No sería el último regalo de la jornada, ya de noche, al salir al fumar un pitillo post-cena en el silencioso y vacío hostel, una tímida aurora boreal hizo acto de presencia, allí estuvo una media hora, variando su intensidad lumínica y sus formas de manera caprichosa, y según vino, se fue poco a poco, sería la primera y última vez que vería este elemento durante nuestra ruta...la busqué y esperé en posteriores noches, pero no volvió a aparecer.




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