ÍDOLOS

octubre 23, 2013

Hoy traigo dos historias de ídolos. No están cogidos al azar, aunque tampoco son una excepción. Sin embargo, viven tan escondidos en nuestra sociedad que terminan por pasar desapercibidos. Nunca he terminado de entender el porqué de esta falta de protagonismo, de esta carencia de admiración general que terminamos por sustituir por la profesada a un tipo con 20 años y 7 millones de euros al año que patea una pelota  y que cuando pierde un partido resulta ser consecuencia de haber jugado dos encuentros en una misma semana.



 La primera de las historias es la de una profesora de lengua. Una palentina recién plantada en la cincuentena y que ya ha superado tres décadas en la docencia. Una profesora que llegó a ser directora y que gracias a ello y a los trienios que acumula puede llegar a fin de mes. A duras penas, eso sí, porque vivir sola con su hijo pequeño no es tarea fácil: Recortes de sueldo, robos de pagas extraordinarias que prometieron ser devueltas y de las que nunca se supo más, impagos de sueldo que tiene que reclamar por haber estado unas semanas de baja por una fractura…
Todo eso da igual cuando llega a su centro escolar. Allí, no es que olvide, sino que aisla esas penurias para entregarse en cuerpo y alma a su vocación, la de maestra. Allí, hecha las horas que sean necesarias para cubrir lo que el ministerio de Educación se ha encargado de recortar, quita fluorescentes en los pasillos, uno sí y uno no, para reducir la factura de la luz porque al colegio no le llega para pagar el recibo… como tampoco le llega para la calefacción, que en cuanto se marchan los alumnos  pero -aunque algunos, ignorantes, lo nieguen- quedan profesores, se apaga y éstos se ponen los abrigos para seguir trabajando…

Allí, esta castellana recia como la tierra que la vio crecer, se vuelca con sus muchachos y muchachas, va a poblados chabolistas a buscar a uno de sus alumnos en el que ve potencial, pero que se escurre de las aulas con más facilidad que un diputado del Congreso. Esta palentina moviliza a otros compañeros para convencer a un padre marroquí de que no desescolarice a su hija e, incluso, se ofrecen a pagar ellos mismos su material escolar. Y al llegar a fin de mes, todos esos esfuerzos no pagan el alquiler, ni la cesta de la compra que en los últimos 15 años siempre ha ido por delante de los sueldos… y no es que dé igual, pero ella siente que todo eso, jamás podrá hacer mella en su vocación, en las energías que vuelca en sus estudiantes.
La otra historia es la de un filósofo, sí, de esos de carrera que aunque a algunos ministros de Educación le importen un bledo, tienen mucho que decir. Un filósofo de 30 años para el que la educación lo es todo, que vive sólo con su hermano menor y tratan de salir adelante como pueden, uno compaginando trabajos de camarero y profesor en academias y clases de refuerzo y otro trabajando en la ONCE, que le ha acogido por sus deficiencias visuales. Un filósofo que saca el tiempo de debajo de las piedras, que lleva la Educación más allá del límite de las aulas y trabaja en el centro cultural y social de su pueblo de la sierra madrileña, donde ha ‘enderezado’ a más de un muchacho ‘descarriado’.

Un filósofo que lleva ese dichoso veneno de la enseñanza en la sangre, que se ha pagado un máster en formación del profesorado de educación secundaria obligatoria en la Universidad Complutense -cuyo segundo año apenas pudo pagar por la subida de dos dígitos en su precio-, a base de ser explotado sirviendo cafés y croissants a ricachones que acuden a un centro comercial de un pueblo bien de Madrid, a los que importa un carajo la Educación Pública. Este joven profesor, al que adoran sus alumnos, especialmente los adolescentes que ven que la Filosofía vale para pensar y contra argumentar y no aceptar esa Educación unidireccional y neoliberal que los de arriba quieren que mamen, daría lo que fuera por enseñar… hasta lo que no tiene… hasta 30.000 euros por conseguir una plaza en una cooperativa de enseñanza. Sí, porque hay gente que paga por enseñar, que no les queda otra porque, aunque hoy más que nunca necesitamos a jóvenes bien formados, los de arriba que siempre se movieron en lo privado pero que se jactan de vocación de servicio público, están desmantelando la Educación Pública.
Dos historias muy diferentes pero con muchas cosas en común. ¿Y saben cuál es una de ellas? Que ambos, a pesar de lo que representa perder un día de sueldo más  para sus ingresos, a pesar de lo que ya han visto menguados sus salarios con las jornadas de paro precedentes, el próximo 24 de octubre se unirán a padres y alumnos en una huelga general de la Enseñanza. Una huelga que reúne masivamente a todos los actores implicados en la Educación Pública,  excepto a quienes se han marcado unilateralmente como objetivo primordial mercantilizarla, convertirla en un privilegio más que en un derecho, esto es, el Gobierno.
Y entonces me digo yo. Si estas dos personas apoyan la huelga, ¿cómo no voy a hacerlo yo?
¿Y usted?

David Bollero (Público)

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