Mitologías rockeras (10): La misteriosa muerte de Brian Jones

agosto 24, 2011

Última entrega dedicada la leyendas urbanas de la historia del Rock en La Mirada Difusa. Nos adentramos en los vericuetos de la muerte de uno de los mienbros del Club de los 27.


De todas las muertes “accidentales” de la historia del rock, la que tiene más probabilidades de no haberlo sido es la de Brian Jones, el rubiales que fue la verdadera esencia stoniana hasta su desaparición.

Aguerrido multi instrumentista que llenó de matices el sonido de los primeros grandes discos de los
Rolling Stones (el sitar de Paint it Black, por ejemplo), y luego campeón mundial de la vida disoluta, Jones fue poco a poco apartándose de la vida del grupo hasta que fue el propio grupo el que le apartó del todo, sustituyéndole por Mick Taylor. Antes de eso, Keith Richards ya le había robado la novia, Anita Pallenberg, mientras Jones buscaba y grababa a los misteriosos músicos del Atlas, en Marruecos.

Brian Jones llegó al 3 de julio de 1969 solo , alcoholizado y narcotizado, hinchado, profundamente aburrido, y enfrascado en una serie de inacabables reformas en su lujosa y étnica casa. Inacabables porque Jones cambiaba cada día de gusto interiorista y porque los obreros que había contratado, comandados por el capataz Frank Thorogood, se aprovechaban de que su cliente no se enteraba de la misa la mitad, y ponían más empeño en beberse su Armagnac que en ponerle baldosas al camino de la piscina. Ah... la piscina.

Brian Jones, pese a ser asmático, era buen nadador. Sin embargo, esa noche, la del 3 de julio, no le sirvió de nada. Se ahogó en la piscina. Se supone que solo, y que por culpa de una acumulación histórica de drogas y alcohol. No está claro quién estaba con él esa noche. Se dan por seguras las presencias de su novia ocasional, la sueca Anna Wohlin, que se encontraba dentro de la casa y no vio nada, y de Frank Thorogood, de ubicación incierta en la finca.

 A lo largo de los años han ido apareciendo testigos escondidos en anónimos, supuestos obreros a las órdenes de Thorogood o chicas que, en teoría, estaban allí esa noche, que han asegurado que fue el capataz el que, en medio de un toma y daca de burlas y desprecios, ahogó a Jones y después desapareció, llevándose de paso algunas guitarras y muebles de su gusto. Se dice que el propio Thorogood reconoció en su lecho de muerte. Y ahí queda todo.

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