KITKATE EN BUENOS AIRES (III)

noviembre 16, 2011


Qué no digo yo que esto sea lo normal en Argentina. Entiéndanme. Qué yo estoy segura de que el parque locomotriz de éste país es modernísimo, y que sin duda esto que nos aconteció fue fruto de la casualidad de haber tomado el único tren que a día de hoy no ha sido sustituido por el último grito en lo que a lo ferroviario se refiere.

¿Recuerdan ustedes los trenes en los que Marco cruzaba la Patagonia en busca de su mamá?
Pues se conserva todavía en la línea de cercanías que une la Capital Federal con Tigre. Y tuvimos la fortuna de subirnos a él. Y es que el corazón porteño es grande y se desviven ante el extranjero, y le proponen, sugieren y embarcan a uno en cosas inimaginables. Y todo para que uno vuelva a casa con las maletas llenas de cosas que contar.

Lo que habían preparado para nosotros los lugareños era una fiel reproducción de un viaje en tren en los inicios del siglo diecinueve. Pasajeros que corren por el anden para hacinarse alegremente en coloridos vagones con todos los asientos ocupados. Cantarines vendedores de bombones helados que abren paso como un chorro de aire fresco entre los viajeros. Señoras mayores que con sus bastones azuzan a la muchedumbre para no ser aplastadas en los sutiles frenazos con los que la locomotora inicia su grácil entrada en la siguiente estación.

....Y sin embargo todo rezumaba normalidad. Todo. Que el tren tardase 15 minutos en salir ante tal panorama respondía a la normalidad, según la megafonía de la estación,a la normalidad de las causas técnicas.Qué esas causas técnicas provocasen una segunda detención en la siguiente estación durante veinte minutos parecía aún recibirse con asombrosa tranquilidad dentro de los vagones. Incluso que éste se detuviera una vez iniciada la marcha, tras una arriesgada maniobra de marcha atrás con la asombrosa supervisión de un señor con mono que daba instrucciones al más puro estilo "Paco tira pa' atrás. Cuidaooooo con el retrovisor", no pareció alterar a ninguno de los presentes. Ya si eso, cuando las puertas se abrieron sin avisar, las señoras de los bastones comenzaron a alarmarse. Pero vamos, lo justo para arremangarse las faldas (aka polleras) y pedir a algún buen mozo que las ayudara a saltar a la vía para continuar con sus vidas, como si tal cosa.

Alucinante. Aquí se desalojan trenes sólo con la colaboración de un señor de mono azúl, sin megafonía, con una leve apertura de puertas y lo mejor, sin que nadie se queje, ni quiera linchar a la taquillera.

Y a nosotros nos hacen una huelga tres controladores y la liamos parda. Nada que ver.

Esther Kitkate para LMD .

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