Primavera Sound Oporto

junio 11, 2012

Las horas pasan volando en el Primavera Sound. Este festival tiene mucho que aprender aún de su barcelonés hermano mayor; en organización, transporte y climatología sobre todo, pero la lluvia torrencial y el cielo nublado siempre recuerda a Glanstonbury, y si eres un festival donde las tendencias son un plus, pues ese aire británico te viste mogollón.


De hecho las tendencias aquí en Oporto se movieron al mismo ritmo que la brisa del cercano océano. En la primera jornada fueron lo más reseñable después de Suede. Tengan en cuenta que una se hace mayor y el entusiasmo decrece con el carnet de baile ya algo saturado de festivales.


La cosa fue así: Nada más llegar tras aguantar estoicamente la cola de asistentes hambrientos de la deseada pulsera, y saltarnos la misma grácilmente, como si no fuera con nosotros, fuimos testigos de que la tendencia más significativa en la primera hora festivalera vestía de cuadros naranjas los cuellos, traseros y cabezas de cualquier hipster de pro. Resulta que como el recinto con sus verdes praderas se prestaba claramente al picnic, los patrocinadores del evento: Optimus, decidieron regalar unas ridículas bolsas de color naranja convertibles en aún más ridículas mantitas para merienda campestre.


Así que para ser lo más, era imprescindible llevar atada a cualquier parte de tu cuerpo la bonita bolsa de tela. Si se añadía al look el programa del festival colgado del cuello con su llamativa cinta anaranjada, ya como que amazing.


Pero ahí estaba el cielo, prometiendo lluvia y cumpliendo su promesa. Fue entonces cuando la tendencia cambió y la bolsa del mantel naranja quedó relegada a la hipster ignorancia. Y fue cuando el hipster interés se centró en el nuevo objeto de deseo: el Optimus-chubasquero. Por cierto que cuando se trata de resguardarse de la lluvia, se ha de dejar dejar el postureo a un lado, y liarse a hostias con la hipster multitud por la deseada prenda. Ay, la moda tan cruel como efímera.


A algunos era para correrlos a hostias por el recinto. Esos hiper modernos muchachuelos, con menos índice de masa corporal que una barbie superstar, con sus mini bigotes, sus súper patillas, sus gafas de pasta y su atuendo gaulteiriano, enfundados en su chubasquero blanco siendo lo más de lo más, bajo la lluvia primaveril. Aquello era marcar tendencia, y lo demás tontería.


Pero después de la tempestad llegó la calma, y entonces ya no hizo falta cubrirse de plástico por moderno que resultase y fue cuando se optó por la comodidad: atar el chubasquero con la cinta anaranjada del programa y asirla al cinturón o a la mochila. Para que en la pradera ya no supiéramos si ver conciertos o comenzar el camino de Santiago. Lo que es ponerse el complemento adecuado, hay que ver.




En realidad la organización del festival se equivocó en sus propuestas para el fondo de armario del personal porque a las dos horas no se podía hacer camping sobre el césped, y el chubasquero ya estaba de mode en cualquiera de sus versiones. Lo que se estilaba a esas alturas era languidecer subido a la copa de un pino. 


Aquí, en la foto, las precusoras de la moda, unas genías ellas, teniendo en cuenta que el árbol en cuestión estaba delante de una torre de sonido y no permitía el contacto visual con ningún escenario, pero la moda es así y nadie dice que tenga que ser útil.


(Cómo dijo alguien, tanto tonto suelto y yo solo con una bala....)


Disculpen la mala calidad de la imagen, pero los novios estaban junto al árbol, y el intrépido reportero ya temió por su vida en la consecución del famoso chubasquero.




Kitkate para: La Mirada Difusa y Words in a trash can.

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